“La vida sigue su curso”, la serie que no tuvo miedo a hablar del síndrome de Down y el VIH

La vida sigue su curso

Parecía un programa dominguero más, pero el programa reivindicó a las personas con discapacidad intelectual y a quienes viven con VIH/SIDA. 

Si eres de la generación que creció en los 90 seguro recuerdas “La vida sigue su curso”, la serie que nos introdujo a Corky Thatcher y los pormenores de la que parecía ser, a simple vista, la vida suburbana de una familia de Estados Unidos. Pero aquel programa que llegó a México a través de canal 5 acabó siendo parteaguas de la inclusión y la representación de minorías muchas décadas antes de que fuera tema de conversación en Hollywood. 

Sonaba el pegajoso tema de entrada y la aparición de Chris Burke, un actor con síndrome de Down, daba pistas de lo temerario de la serie que comenzó a transmitirse en 1989 y que reivindicó a las personas con discapacidad intelectual y que también arrojaría una gran lección sobre el VIH y el SIDA.

Corky Thatcher, un referente de la inclusión

En los 80, la televisión apenas se atrevía a retratar la vida de las personas con síndrome de Down, por ello, la presencia del ficticio Corky fue tan destacada. El personaje fue escrito por el creador del show, Michael Braverman especialmente para Burke y originalmente se contempló solo para ocho episodios, pero cautivó y el personaje pasó a ser central y con una de las historias más robustas de entre todo el clan Thatcher. Lo veíamos hacer su prueba de manejo, rebelarse, enojarse, buscar un empleo, casarse y hasta procrear un hijo con otra joven con discapacidad intelectual. Y es que el asunto es que la exigencia para Chris Burke era igual que la de sus colegas, aunque ello implicara hasta 16 horas de trabajo. “Chris abrazó el reto o quizás nosotros subestimamos a alguien con síndrome de Down”, reconoció la estrella de Broadway Patti Lupone en 2015. 

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La vida sigue su curso
«La vida sigue su curso» habló del síndrome de Down y el VIH / WARNER BROS

Para “La vida sigue su curso”, el éxito se medía en algo más que en ratings. Burke llegó a declarar que recibía más de 100 cartas semanales de fans manifestando su admiración y un artículo de 1990 de “Los Angeles Times” establecía que en solo un año, la serie había dado mayor visibilidad a las personas que con discapacidad intelectual.. “Cuando empecé a trabajar con Chris lo veía como alguien con síndrome de Down que quería ser actor. Ahora pienso en él como un actor con síndrome de Down”, declaraba en 1990 el actor Bill Smitrovich, que interpretaba al papá de los Thatcher. 

“La vida sigue su curso” también se adelantó a hablar del VIH / SIDA

En el convulso inició de los 90, cuando el VIH era objeto de todo tipo de mitos, los creativos decidieron hablar de frente y sin temor. Para la temporada final, transmitida en 1993, al reparto se sumaría el ficticio Jesse McKenna, encarnado por el actor Chad Lowe. El personaje se involucraba con Becca en lo que parecía ser un romance juvenil rutinario, pero los productores de la serie “La vida sigue su curso” decidieron que en la trama el joven se contagiara del virus al sostener relaciones sexuales sin protección con una mujer y eventualmente desarrollará SIDA. Algo inusitado para un programa que era percibido como una emisión familiar y retador para una era en la que aún se creía que solo las personas homosexuales se contagiaban de VIH. 

Para muchos Jesse fue el primer contacto con el fenómeno del VIH y SIDA. Mediante el personaje, se resumían los retos que enfrentaban las personas que vivían con VIH / SIDA en el mundo real.  Jesse abandonaba a parte de su familia ante la incomprensión de la enfermedad; era despedido de un restaurante ante las quejas de los comensales para que no les atienda y hasta el padre de Becca llega a tirar un vaso en el que había bebido. Aquello fue aplaudido por organizaciones que combatían la enfermedad. 

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Los productores se tomaron el tema en serio al grado que para el rodaje de una escena de un albergue para personas con VIH y SIDA lanzaron una convocatoria para actores que hubieran sido diagnosticados positivos. Solo seis respondieron el llamado según una nota del New York Times. Además “La vida sigue su curso” no planteaba un final trágico, pues en sus episodios se lograba ver que Jesse accedía a ciertos tratamientos y una dieta que le permitían sobrellevar el SIDA. “La historia no es la de alguien muriendo de SIDA sino alguien viviendo con SIDA”, declaró el actor en 1993. 

En aquel año, “La vida sigue su curso” llegó a su fin. El show nunca llegó a ser un fenómeno, pero sus creativos tuvieron la osadía de encarar situaciones que otras producciones preferían dejar de lado. Quizá por ello la vida de los Thatcher se sentía más que real y dejó tanto eco en una generación entera. 

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